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Sobrecarga muscular. Causas emocionales

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¿Te has levantado alguna vez con tortícolis? ¿Usas férula de descarga para el bruxismo?

En caso afirmativo, puede que te interese leer este artículo.

No es ninguna novedad que toda emoción tiene un efecto físico dado que a través del sistema nervioso se produce segregación de hormonas o sustancias con una finalidad determinada. Solo por poner un ejemplo de los efectos que podemos sentir dependiendo del tipo de emoción:

  • Emociones como la alegría o la calma, hacen que el cuerpo segregue ciertas sustancias, como las endorfinas, que nos ofrecen la sensación de placer.
  • Emociones como el miedo o el estrés, hacen que el cuerpo segregue otras sustancias, como la adrenalina, que nos llevan al estado de alerta, desactivando todas las funciones orgánicas para llevar el máximo de energía a las extremidades y así disponer al cuerpo para luchar o salir huyendo del peligro.

En este punto quiero aclarar que no existen emociones «positivas» o «negativas», todas tienen una finalidad en nuestro cuerpo, sin embargo, hoy en día, dado que nuestra forma de vida ha cambiado tanto, hemos acabado deformando y malinterpretando las señales biológicas.

Todo estímulo genera una emoción. Con lo cual, estamos constantemente siendo inundados por alguna emoción en todo momento.

Desgraciadamente en el tiempo en que vivimos, los estímulos nos llevan mayoritariamente a estados de estrés más que de relajación. No es necesario llegar a un punto de emergencia, todos estamos en mayor o menor medida preocupados por cuestiones económicas, laborales, de relación y/o de salud. 

Ha quedado atrás la idea de que el estrés lo sufren aquellos que tienen demasiado trabajo. En la era de la información ya sabemos que un desempleado puede estar más estresado que un ejecutivo. La base del estrés, es un exceso de preocupación

Por lo tanto, cualquier preocupación va a suponer la liberación de sustancias que, prolongado en el tiempo, acaban siendo tóxicas para el organismo. Y además, por su finalidad de alarma, nos llevan a contraer los músculos de forma inconsciente.

Podemos traducir esta idea en diferentes situaciones que todos podemos reconocer:

  • ¿Has observado alguna vez a alguien que encoge  los hombros cuando se encuentra hablando, a menudo en una conversación acalorada? Hablando sobre un tema de actualidad, que le irrita o le indigna. Es normal moverse cuando nos expresamos, forma parte de la comunicación corporal. Sin embargo, hay personas que, si nos paramos a observar, nos damos cuenta de que sus hombros están más tiempo encogidos que en estado relajado.
  • Cuando una persona que no sabe nadar cae al agua, todo su cuerpo queda rígido. Sin embargo, el cuerpo relajado simplemente flota. Cuando aprendemos a nadar, aprendemos a experimentar esta idea: el cuerpo flota.
  • Habitualmente al acostarnos nos llevamos a la cama nuestras preocupaciones del día, e incluso nos dormimos con ellas. De este modo es fácil levantarse con terrible dolor de cuello. Y no, la almohada no es la responsable. El bruxismo también tiene el mismo origen.
  • Una observación que he visto en mí misma: Cuando estoy de pie en una tarea rutinaria como es cocinar o fregar, aunque incluso no esté excesivamente preocupada por algo, contraigo inconscientemente los glúteos. Lo cual podría ser causa de las contracturas que habitualmente se generan en toda la zona pélvica.

Si soy consciente de que estoy tensando músculos, cuando no me hace falta, lo que puedo hacer es tan sencillo como relajarlos. Para esto, lo primero que he de hacer es:

  1. Observar mi cuerpo durante mis rutinas. Conocerme, saber cuáles son mis hábitos en estas circunstancias.
  2. Aprender a relajar conscientemente el cuerpo por zonas.

Una meditación guiada es un práctico ejercicio para poner consciencia en mi cuerpo zona por zona. Cuando además pongo intención en soltar la tensión cuando exhalo, puedo darme cuenta que siempre hay capas de músculos más profundas para relajar. 

 

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