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Contracturas musculares y sus causas físicas

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Contracturas. Esos nudos dolorosos que se concentran en puntos concretos de la espalda. Todos tenemos, y todos queremos librarnos de ellas. Pero, ¿cómo se forman?

Te recomiendo que antes leas la entrada en la que explico de forma simplificada sobre cómo funcionan los músculos de nuestro cuerpo.

Cuando sometemos a un músculo a un esfuerzo superior al que está preparado (por múltiples y variadas causas) estamos sobrecargando el músculo y pueden aparecer contracturas, en forma de un nudo o abultamiento duro y doloroso, haciendo que el músculo pierda su elasticidad y funcionalidad habitual.

La contractura es una acumulación de toxinas en un grupo de fibras del músculo, que bloquea la irrigación normal de sangre a través del músculo.

En cualquiera de los casos, la solución siempre será relajar el músculo: deshacer dicha acumulación a base de estirar el músculo, amasarlo e incluso ejercer presión directa sobre la contractura, hasta disolverla que consiga volver a su flexibilidad y movilidad.

¿Cómo aparecen las contracturas?

Una contractura puede aparecer en un músculo, tanto por sobrecarga de dicho músculo, por someterlo a un sobre-esfuerzo puntual repetidamente o prolongado en el tiempo, como por estirarlo demasiado (o tensar en exceso el antagónico).

A menudo ocurre que el músculo sufra alguna lesión, como distensión o rotura de alguna fibra, incluso sin darnos cuenta. En estos casos aparecen contracturas y, si no hacemos algo al respecto, permanecen en el tiempo incluso, de forma crónica.

Causas de sobrecarga muscular

Vamos a ver ahora causas generales por las que sobrecargamos los músculos desde una perspectiva física. Si quieres saber cómo sobrecargamos inconscientemente zonas del cuerpo por cuestiones emocionales, te recomiendo que leas este post.

  • Movimientos repetitivos sin descanso (tiempo de recuperación).

Es obvio que cuando pasamos muchas horas haciendo los mismos movimientos, los músculos de estas zonas se sobrecargan, requiriendo, a menudo, que otros grupos musculares entren en juego para ayudar, de forma que sometemos a tensión un área mucho mayor de la necesaria, para llevar a cabo la actividad, si no paramos para equilibrarlo.

Por ejemplo, si tengo que hacer un movimiento repetitivo de brazo, a menudo involucraré el hombro  y hasta el cuello, para ayudar al esfuerzo, aunque no sea necesario, y finalmente, acabaré con contracturas y dolor en el cuello.

¿Alguna vez se ha visto concentrado escribiendo en el ordenador, en una postura que no es la más correcta, pero tan concentrado que no podía parar, y para evitar ciertos dolores solo ir cambiando de postura, y al acabar dolerle todo el cuerpo? Ese es también un ejemplo de lo que ocurre cuando no atendemos.

  • Sedentarismo: falta de tono muscular.

Los músculos son la protección de la estructura ósea. Necesitamos un mínimo de tono muscular, un mínimo de tensión que permita activarlos para ejercer fuerzas cuando sea necesario.  Por ejemplo, si no tengo tono muscular en lumbares (y abdominales, su opuesto), el simple hecho de agacharme y levantarme puede llegar a ser un problema. Sin tono, tanto músculos como ligamentos, huesos y articulaciones pueden sufrir y lesionarse ante esfuerzos cotidianos.

  • Ejercitar un músculo, pero no su opuesto.

Por la misma razón que el punto anterior, y pero con mayor razón, dado que encontramos que la tensión tira para un lado, pero no para el otro, hay un gran desequilibrio.

  • Deficiencia nutricional

Ya hemos dicho que la contractura es una acumulación de sustancias tóxicas que ingerimos o el propio cuerpo genera. Una alimentación desequilibrada, con exceso de productos que generan toxinas (grasas, alcohol, medicación,…) y falta de hidratación, generará un exceso de toxinas que podrán acumularse fácilmente en cualquier músculo. Habitualmente nunca se da una sola de estas causas, sino que varias o todas.

Sin embargo, las causas por las cuales sobrecargamos los músculos, no solo son físicas. No es ninguna novedad que las emociones tienen un efecto físico dado que tienen impacto en el cuerpo: nos sonrojamos porque sube la temperatura, aparecen dolores de estómago ante estados nerviosos, etc.

 

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