El tacto durante la infancia
El tacto es el primer sentido en desarrollarse en el bebé humano aún en el vientre materno y el último en desaparecer antes de morir. Y la piel nuestro mayor órgano, cubre todo el cuerpo y por lo tanto, experimentamos sensaciones a través de cada centímetro cuadrado de nuestra piel.
A través del tacto experimentamos el mundo en los primeros años de vida, poco a poco la vista va tomando fuerza hasta posicionarse como el principal, pero aunque parezca increíble, no es tan inmediato.
El tacto es el principal sentido para los bebés: recién nacidos se sienten desamparados si no están arropados y contenidos simulando el vientre materno y un poquito más tarde todo necesita pasar por su boca antes incluso de ser visto. Más adelante todo objeto que ven, quieren cogerlo, tirarlo, colocarlo… abrir todos los cajones y armarios y sacar cada objeto a su alcance será su mayor entretenimiento. Tirar las cosas y observar qué ocurre, qué reacción desencadena cada acción. Cuando son algo más mayores, las relaciones personales cobran la mayor importancia y en este caso el juego físico y simbólico es imprescindible para aprender y experimentar cómo funciona el mundo.
He leído que el tacto es el más importante de los sentidos hasta los 12 años de edad. Pero observo situaciones que me llevan a pensar que es igualmente importante más adelante. Por ejemplo: el otro día iba conduciendo y un grupo de 4 chicas de unos 14 años, pasaba por delante apiñadas en un metro cuadrado (literalmente) agarradas entre ellas por los brazos y hombros como si fueran un único ente.
Contacto con tacto
Vamos a examinar ambos conceptos por separado para observar la diferencia entre el tacto y el contacto físico. Para ello, he elegido la definición de tacto que Gerda Alexander describe en su libro «La Eufonía».
El tacto es el sentido a través del cual experimentamos la delimitación de nuestro organismo, vivimos nuestra forma corporal exterior. Además, el tacto nos da las informaciones esenciales sobre el mundo circundante, sus formas, su temperatura, su consistencia y las numerosas sensaciones que provienen del exterior tales como golpes y choques.
En el contacto, en cambio, entra en juego la comunicación, el significado que cada cual le da a dicha experiencia. El tacto acompañado de una intención expresa ternura, dolor, agresión, indiferencia, etc. Además, como en toda comunicación, una cosa es lo que se expresa (el mensaje), otra es lo que quiere expresar el mensajero (la intención) y otra diferente lo que interpreta el receptor (su percepción). En cualquier cualquier caso, los bebés todavía no tienen una interpretación, por lo tanto, a través del tacto experimentan y crean sus propias conclusiones para aprender el significado de dichos gestos.
Si queremos ofrecer masajes a nuestro bebé debemos tener en cuenta esto y aprender a interpretar su lenguaje de comunicación: observar los gestos o señales que emite en cada momento para darnos cuenta si le interesa o le gusta o por el contrario no está receptivo, en cuyo caso lo sentiremos inquieto, nervioso. Para que el bebé tenga una experiencia positiva con el masaje, hemos de respetar en todo momento sus necesidades: si nos empeñamos en darle un masaje completo cuando él quiere comer o tiene frío y se siente incómodo, relacionará el contacto con dicha incomodidad y este será su aprendizaje.
De esta forma, todos los aprendizajes que se generan en la infancia marcarán la vida del futuro adulto. Necesitan vivir experiencias agradables con respecto al tacto, ser escuchados, atendidos y respetados. Respecto al masaje, esto implica que debemos comunicarnos con ellos y estar atentos a sus respuestas, y así entender cuándo están aceptando y también cuándo están rechazando.